Son casi las 11 de la noche y acabo de terminar de cenar. He llegado tarde a casa, porque me he entretenido entre que he salido de la biblioteca y ahora, y al llegar, me he encontrado a mi bendita madre durmiendo... claro, es lógico que la mujer entra a trabajar mañana muy temprano, y no es plan de decirle "¿Oye, y donde está mi cena?" Asique, como no tenía ganas... bueno, para que engañarnos... no se cocinar, me he encontrado en la nevera una bolsa de ensalada con bastantes ingredientes, de esas que venden ya mezcladas, me la he servido en un plato, y la he puesto en la mesa.
Al probar un trozo de lechuga, me he dado cuenta de que su sabor era insípido, que no sabía a nada, que le faltaba... no se, un poco de gracia, y al probar un trozo de col, ha llenado mi boca un sabor fuerte y genuino totalmente diferente a la lechuga de esa ensalada. Lo mismo ha pasado con un trozo de zanahoria, que tenía un sabor similar al de la lechuga, pero totalmente diferente, asique, tras 5 minutos, mirando la ensalada con más ganas de tirarla a la basura que de comérmela, he decidido aliñarla con aceite, sal y vinagre.
El resultado era totalmente diferente... la insípida lechuga tenía un gusto agradable, la cebolla no era tan intensa, y la zanahoria tenía un cierto punto de deliciosa alegría... y no se porqué, de pronto, y al añadirle esa pizca de esos tres ingredientes, he empezado a ver la ensalada totalmente apetecible y deliciosa...
¿Sabeis? Creo que esa insignificante ensalada, bien representa lo que es o podría ser el mundo. Una mezcla de cientos de ingredientes, cada ensalada con unos pocos, completamente diferentes... sabores insípidos, sabores apetecibles, sabores indiferentes, sabores que te encantan y sabores que odias, y sin embargo, ahí estaban todos mezclados y en armonía, mientras tu, a pesar de tener la oportunidad de elegir comer solo algunos ingredientes, te los comías todos, mezclados, sin importar si era un trozo de lechuga, de col, de maiz o de zanahoria, ni te fijabas en ello... ¿y porqué? Creo, que porque al igual que pasa muchas veces en la vida, no hay que pensar tanto en la consistencia de las cosas, como representa el aceite, has de tener caracter y sabor propios, como tiene el vinagre, y lo más importante, no hay que olvidar ese toque de humor y felicidad que te proporcionan esos diminutos granitos de sal
Vaya, que metáfora tan chula! Nunca me lo había planteado así, pero la verdad es que tampoco te falta razón.
ResponderEliminarMe encanta esa visión del mundo...¡a pesar de que no me guste la ensalada!;P
ResponderEliminar