Ha empezado a amanecer en mi la idea de que 99 veces de cada 100 ninguna persona se critica a si misma por nada, por grandes que sean sus errores. La crítica es inútil porque pone a la otra persona en la defensiva, y por lo común hace que trate de justificarse. La crítica es peligrosa, porque hiere el orgullo tan precioso de la persona, hiere su sentido de la importancia, y despierta su resentimiento. Tengo más que comprobado que premiando la buena conducta los animales y humanos aprenden más rápido y retienen con más eficacia que castigando la mala conducta. Por medio de la crítica nunca provocamos cambios duraderos, y con frecuencia creamos resentimiento.
Cuando nos veamos inclinados, un día cualquiera, a criticar a alguien, recordemos la naturaleza humana y su malefactor que culpa a todos menos a sí mismo. Todos somos iguales. Comprendamos pues que las críticas son como palomas mensajeras, siempre vuelven al nido. Comprendamos que la persona a quien queremos corregir y censurar tratará de justificarse probablemente y de censurarnos a su vez.
Ahora os digo…¿Conocéis a alguien a quien desearíais modificar, regular o mejorar? Bien, espléndido. Yo estoy a vuestro favor. Pero ¿por qué no empezar por ti mismo? Desde un punto de vista puramente egoísta, eso es mucho más provechoso que tratar de mejorar a los demás. Sí, y mucho menos peligroso. “No te quejes de la nieve en el techo del vecino” dijo alguien.
Podeis estar o no de acuerdo conmigo, pero os advierto que si alguna vez quereis despertar un resentimiento que puede perdurar décadas y seguir ardiendo hasta la muerte, no teneis más que hacer alguna crítica punzante. Con eso basta, por seguros que esteis que la crítica sea justificada. Cuando tratamos con la gente debemos recordar que no tratamos con criaturas lógicas. Tratamos con criaturas emotivas, criaturas erizadas de prejuicios e impulsadas por el orgullo y la vanidad. (Es una de las razones de por qué me gustan las matemáticas, porque todas las discusiones sobre un ejercicio/problema son a base de la pura lógica).
Cualquier tonto puede criticar, censurar y quejarse, y casi todos los tontos lo hacen.
Pero se necesita carácter y dominio de sí mismo para ser comprensivo y capaz de perdonar.
Por último: en lugar de criticar a la gente, tratemos de comprenderla. Tratemos de imaginarnos por qué hacen lo que hacen. Eso es mucho más provechoso y más interesante que la crítica; y de ello surge la simpatía, la tolerancia y la bondad. “Saberlo todo es perdonarlo todo”.
Touché!! empatía y simpatía para comprenderlo todo y a todos...
ResponderEliminarespero que te escuches mas a menudo jummm
Como siempre, tus reflexiones me dejan sin palabras, me encanta tu forma de pensar =) No cambies
ResponderEliminarGracias, gracias :D
ResponderEliminarMe siento alagado de que os guste lo que escribo, enserio n_n
Creo que comprender a la gente también es complicao. Mientras se respete...
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